Pareciera ser y en base a un análisis retrospectivo sobre los
acontecimientos políticos de los últimos tiempos en nuestro país, que la
política en El Salvador transita sobre un sendero de sentido único,
enhorabuena, lo hace sobre el camino de un progresivo avance en la
democratización formal y el fortalecimiento de sus instituciones, pero
es importante destacar que las causas que motivaron a lo anterior tiene
profundas raíces en la incapacidad del sistema de representación
política anterior para responder de manera efectiva en la transformación
a partir de la herramienta política de aquellas condiciones de
precariedad social y económica en las cuales se encuentra inmersa una
gran mayoría de la sociedad salvadoreña.
Quien escribe cree firmemente de esta manera ya que estoy seguro que
son estos procesos reivindicativos y constantes en nuestra sociedad los
que han permitido adaptar a nuestra política a variantes y pujantes
contextos que exigen ser abordados bajo parámetros cada vez más
legítimos de representatividad, lo cual entiende una mayor
democratización y profesionalización al interior de los instrumentos
puestos al servicio de dicha función, hablo específicamente del pilar de
la representatividad en nuestro sistema político: los partidos
políticos.
El 16 de enero de 1992 debe ser comprendido en este sentido como una
importante bisagra en cuanto a la capacidad de adaptabilidad del sistema
de representatividad política frente a los cambios sociales ocurridos
en El Salvador, lo anterior es visible con aquel importante hecho que
determina en más nuestra historia moderna y que son los Acuerdos de Paz
firmados en el castillo de Chapultepec, Ciudad de México y mediante los
cuales las fuerzas protagonistas beligerantes posterior a una serie de
negociaciones llegan a la conclusión que un conflicto civil y armado ha
dejado de ser viable y es contraproducente como mecanismo de
representación de los intereses de una sociedad enfrentada por dos
modelos políticos y antagónicos y que exige ahora de consensos como
medios al progreso. La paz política en El Salvador sienta en este
sentido las bases para la construcción en adelante, de un edificio que
tipificado en clave de Robert Dahl no es más que el conjunto de
aquellas instituciones políticas que constituyen una poliarquía.
Con la periodicidad y apertura del juego electoral, el sistema de
representación política en El Salvador toma un giro diferente al
imperante durante la década de 1980, la política y su carácter
institucional en las elecciones es vista ahora como el soporte legítimo
que conduce al consenso y la decisión. Es entonces y como a partir del
establecimiento de las nuevas reglas del juego, el sistema de
representatividad política en El Salvador permite la disputa de
intereses en el plano electoral, siendo el voto el principal instrumento
de elección popular y mediante el cual durante 4 gestiones
gubernamentales y por un período de 20 años el partido Alianza
Republicana Nacionalista (ARENA) logra erigirse como el instituto
político más apto y legítimamente electo para conducir al país en medio
de un crispado y polarizado escenario social producto de un conflicto
armado de 12 años y que reclama para sí el binomio gobernabilidad y
ciudadanía como única solución a las condiciones de vida que propician a
una preocupante situación de conflictividad.
Al ver insatisfechas –por lo tanto no canalizadas políticamente-
dichas condiciones, la situación y el contexto habilitan al electorado
salvadoreño para que en el año 2009 determine a partir del uso del poder
del voto la alternancia en el poder ejecutivo a partir de la elección
legítima y popular del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN) como partido de gobierno, esto frente a una erosionada
estructura partidaria de la derecha política en El Salvador, la cual ha
sido víctima de su incapacidad en la adaptación y respuesta a los nuevos
tiempos en la sociedad salvadoreña. Con la alternancia en el poder, el
FMLN se constituye entonces como la mejor opción para aquella demandante
sociedad salvadoreña que exige como en el pasado que sea la decisión
política aquella que lleve adelante las transformaciones necesarias en
sus condiciones de vida, alterando una vez más el mapa de representación
política en El Salvador, este relevante suceso forma parte a su vez de
un conjunto de engranajes que constituyen el devenir histórico en la
representatividad política de nuestro país.
Pero no ha sido únicamente la alternancia en el poder ejecutivo la
que ha reconfigurado la palestra representativa en los últimos dos años,
lo ha sido también al interior del poder legislativo la escisión de 12
diputados del partido ARENA y la posterior conformación de la Gran
Alianza por la Unidad Nacional (GANA), su importancia en la política
nacional deviene al presentarse como una opción partidaria novedosa que
despega de aquellos preceptos que constituyen tanto el plano discursivo
como de la acción política al histórico y principal referente de la
derecha nacional. Por otro lado al interior del poder judicial, se
establece una clara autonomía de la decisión de justicia frente a los
intereses político-partidarios, independencia en la toma de decisiones
que puede ser corroborada en los acontecimientos recientes con la
sanción de los decretos 939 y 940 que aglutinan a su interior una serie
de reformas sobre el código electoral salvadoreño y establecen de forma
novedosa y a partir de un marco normativo inusitado, diferentes opciones
en la elección de representantes políticos en la asamblea legislativa,
esto a partir de la apertura en las diputaciones no partidarias y el
establecimiento de listas abiertas y desbloqueadas como mecanismos de
votación, haciendo del acto del sufragio electoral una verdadera
instancia de elección democrática en la cual el electorado se ve frente a
una serie de opciones mediante las cuales haciendo uso de su voto puede
incidir determinando la composición de aquello que fuera llamado por
Jurgen Habermas como la “caja de resonancia” que no es más que el
parlamento, esto a partir de la selección de representantes políticos
idóneos en su papel de voceros respecto a los intereses en disputa al
interior de la sociedad.
Todos y cada uno de los hechos recientes, en conjunto, deben ser
comprendidos como elementos suficientes para evidenciar la urgente
necesidad sobre los reparos en la deficiencia de nuestro imperante
sistema de representatividad política. Así como en el pasado los
acuerdos de paz y el establecimiento de las instituciones democráticas
mediante elecciones pusieron por fin al conflicto armado como medio
efectivo para la resolución de las crisis sociales y económicas, así
mismo la apertura democrática al interior de los institutos políticos
con la elección desbloqueada de sus candidatos por parte del electorado,
nos debe conducir y estoy seguro que así será, a la indiscutida
necesidad de profesionalizar nuestros cuadros políticos, haciendo de la
política salvadoreña una herramienta que pueda caracterizarse en su
efectividad para la resolución de aquellos problemas de carácter
estructural que han motivado desde siempre a que nuestra representación
política se mantenga en una constante evolución, de esta manera podremos
responder finalmente a una histórica deuda con nuestra pueblo
salvadoreño, esto es, representarle políticamente.
* Artículo de opinión publicado el día Martes 20 de diciembre de 2011 en el sitio web: www.politiquiando.com
Inclusión Juvenil es un espacio de opinión política en el cual son publicadas mis reflexiones en torno a los fenómenos que constituyen la agenda política nacional y de aquellos otros hechos de carácter internacional que inciden en ella, el objetivo es que estas puedan servir como disparador para la construcción de un espacio de auténtico debate y así edificar en conjunto propuestas al interior de los grupos sociales desde los cuales nos desenvolvemos como líderes de opinión.
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