20 de diciembre de 2011

Representatividad política, la cristalización de una sociedad en el olvido*

Pareciera ser y en base a un análisis retrospectivo sobre los acontecimientos políticos de los últimos tiempos en nuestro país, que la política en El Salvador transita sobre un sendero de sentido único, enhorabuena, lo hace sobre el camino de un progresivo avance en la democratización formal y el fortalecimiento de sus instituciones, pero es importante destacar que las causas que motivaron a lo anterior tiene profundas raíces en la incapacidad del sistema de representación política anterior para responder de manera efectiva en la transformación a partir de la herramienta política de aquellas condiciones de precariedad social y económica en las cuales se encuentra inmersa una gran mayoría de la sociedad salvadoreña.

Quien escribe cree firmemente de esta manera ya que estoy seguro que son estos procesos reivindicativos y constantes en nuestra sociedad los que han permitido adaptar a nuestra política a variantes y pujantes contextos que exigen ser abordados bajo parámetros cada vez más legítimos de  representatividad, lo cual entiende una mayor democratización y profesionalización al interior de los instrumentos puestos al servicio de dicha función, hablo específicamente del pilar de la representatividad en nuestro sistema político: los partidos políticos.




El 16 de enero de 1992 debe ser comprendido en este sentido como una importante bisagra en cuanto a la capacidad de adaptabilidad del sistema de representatividad política frente a los cambios sociales ocurridos en El Salvador, lo anterior es visible con aquel importante hecho que determina en más nuestra historia moderna y que son los Acuerdos de Paz firmados en el castillo de Chapultepec, Ciudad de México y mediante los cuales las fuerzas protagonistas beligerantes posterior a una serie de negociaciones llegan a la conclusión que un conflicto civil y armado ha dejado de ser viable y es contraproducente como mecanismo de  representación de los intereses de una sociedad enfrentada por dos modelos políticos y antagónicos y que exige ahora de consensos como medios al progreso. La paz política en El Salvador sienta en este sentido las bases para la construcción en adelante,  de un edificio que tipificado en clave de Robert Dahl  no es más que el conjunto de aquellas instituciones políticas que constituyen una poliarquía.

Con la periodicidad y apertura del juego electoral, el sistema de representación política en El Salvador toma un giro diferente al imperante durante la década de 1980, la política y su carácter institucional en las elecciones es vista ahora como el soporte legítimo que conduce al consenso y la decisión. Es entonces y como a partir del establecimiento de las nuevas reglas del juego, el sistema de representatividad política en El Salvador permite la disputa de intereses en el plano electoral, siendo el voto el principal instrumento de elección popular y mediante el cual durante 4 gestiones gubernamentales y por un período de 20 años el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) logra erigirse como el instituto político más apto y legítimamente electo para conducir al país en medio de un crispado y polarizado escenario social producto de un conflicto armado de 12 años y que reclama para sí el binomio gobernabilidad y ciudadanía como única solución a las condiciones de vida que propician a  una preocupante situación de conflictividad.

Al ver insatisfechas –por lo tanto no canalizadas políticamente- dichas condiciones, la situación y el contexto habilitan al electorado salvadoreño para que en el año 2009 determine a partir del uso del poder del voto la alternancia en el poder ejecutivo a partir de la elección legítima y popular del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como partido de gobierno, esto frente a una erosionada estructura partidaria de la derecha política en El Salvador, la cual ha sido víctima de su incapacidad en la adaptación y respuesta a los nuevos tiempos en la sociedad salvadoreña. Con la alternancia en el poder, el FMLN se constituye entonces como la mejor opción para aquella demandante sociedad  salvadoreña que exige como en el pasado que sea la decisión política aquella que lleve adelante las transformaciones necesarias en sus condiciones de vida, alterando una vez más el mapa de representación política en El Salvador, este relevante suceso forma parte a su vez de  un conjunto de engranajes que constituyen el devenir histórico en la representatividad política de nuestro país.

Pero no ha sido únicamente la alternancia en el poder ejecutivo la que ha reconfigurado la palestra representativa en los últimos dos años, lo ha sido también al interior del poder legislativo  la escisión de 12 diputados del partido ARENA y la posterior conformación de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), su importancia en la política nacional deviene al presentarse como una opción partidaria novedosa que despega de aquellos preceptos que constituyen tanto el plano discursivo como de la acción política al histórico y principal referente de la derecha nacional. Por otro lado al interior del poder judicial, se establece una clara autonomía de la decisión de justicia frente a los intereses político-partidarios, independencia en la toma de decisiones que puede ser corroborada en los acontecimientos recientes con la sanción de los decretos 939 y 940 que aglutinan a su interior una serie de reformas sobre el código electoral salvadoreño y establecen de forma novedosa y a partir de un marco normativo inusitado, diferentes opciones en la elección de representantes políticos en la asamblea legislativa, esto a partir de la apertura en las diputaciones no partidarias y el establecimiento de listas abiertas y desbloqueadas como mecanismos de votación, haciendo del acto del sufragio electoral una verdadera instancia de elección democrática en la cual el electorado se ve frente a una serie de opciones mediante las cuales haciendo uso de su voto puede incidir determinando la composición de aquello que fuera llamado por Jurgen Habermas como la “caja de resonancia” que no es más que el parlamento, esto a partir de la selección de representantes políticos idóneos en su papel de voceros respecto a los intereses en disputa al interior de la sociedad.

Todos y cada uno de los hechos recientes, en conjunto, deben ser comprendidos como elementos suficientes para evidenciar la urgente necesidad sobre los reparos en la deficiencia de nuestro imperante sistema de representatividad política. Así como en el pasado los acuerdos de paz y el establecimiento de las instituciones democráticas mediante elecciones pusieron por fin al conflicto armado como medio efectivo para la resolución de las crisis sociales y económicas, así mismo la apertura democrática al interior de los institutos políticos con la elección desbloqueada de sus candidatos por parte del electorado, nos debe conducir y estoy seguro que así será, a la indiscutida necesidad de profesionalizar nuestros cuadros políticos, haciendo de la política salvadoreña una herramienta que pueda caracterizarse en su efectividad para la resolución de aquellos problemas de carácter estructural que han motivado desde siempre a que nuestra representación política se mantenga en una constante evolución, de esta manera podremos responder finalmente a una histórica deuda con nuestra pueblo salvadoreño, esto es, representarle políticamente.

* Artículo de opinión publicado el día Martes 20 de diciembre de 2011 en el sitio web: www.politiquiando.com