20 de noviembre de 2011

¿Frente a una época de cambio o al cambio de una época?*


Hace muy pocos días tuve la grata oportunidad de participar como uno de los delegados de mi país en el "1er Encuentro de Formación de Cuadros Juveniles de la Patria Grande", evento desarrollado en la ciudad de Buenos Aires y organizado por la Secretaría General Presidencia de la Nación con el apoyo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

Dicho encuentro permitió albergar y establecer el intercambio de experiencias políticas de un nutrido grupo de jóvenes que en representación de 12 países de la región Latinoamericana y el Caribe, dedicaron una semana a la discusión en torno a los retos y oportunidades que se abren a la integración regional, estableciendo de carácter prioritario la imperante necesidad en la profundización del modelo político, económico y cultural que actualmente caracteriza a nuestra región Latinoamericana, teniendo en consideración todo el apoyo necesario a las luchas populares en aquellos países en donde los procesos aún se encuentran al margen de las transformaciones que enhorabuena nuestra región atestigua.




Y es que no cabe duda, nos encontramos frente a lo que muchos han denominado como el “momento latinoamericano”, fuertemente respaldado al interior de un contexto global en el cual somos espectadores del resquebrajamiento de la gobernabilidad política y la gobernancia económica hegemonizante de aquellos países otrora “desarrollados” afectados por el desencadenamiento de una crisis económica que ha devenido política y finalmente caracterizada por la eclosión social que define el ambiente de época de los estados europeos en la actualidad.

Será a partir de esta crisis la que como disparador nos permitirá reflexionar por sobre los procesos de integración como verdaderos motores para la productividad y el desarrollo pero también para la participación y la inclusión democrática de los pueblos que forman parte de ella. Se hace necesario en primer lugar reconocer los avances que Europa ha dado en materia de integración regional a partir de 1993 y que la han dotado de un avanzado proceso en la integración política y económica, no obstante las bases de esta fuerte interdependencia han mostrado ser vulnerables a los vaivenes del sistema económico-financiero imperante a nivel global, poniendo en cuestión el modelo europeo como panacea a los problemas de la integración.




Latinoamérica como región emergente en la nueva distribución de poder global debe forjarse para sí un proceso de integración acorde a sus características en el nuevo mundo, esto es, basado en el intercambio comercial que en primera instancia constituye el motor a la unidad, pero en el marco de un sistema económico dotado de una novedosa arquitectura financiera que rompiendo con viejos esquemas de una división internacional del trabajo posibilite el surgimiento de un Banco de Desarrollo regional, el cual inyectando dinamismo a la productividad permita ser garantía necesaria en favor del poder político por el rescate de la soberanía alimentaria, energética, en salud, educación para los pueblos de la América Latina. Sin embargo lo anterior y al ser concebido como un proceso de plazos de mediano y largo alcance, requiere de la estabilidad en la decisión política de gobiernos que guíen y profundicen el proyecto regional por el camino del progreso de los pueblos. La América Latina de hoy en día posee muchos más elementos que la unen de aquellos que la separan, lejos estamos de otros marcos históricos en los cuales las relaciones entre los países se encontraba supeditada por la disputa y la competencia, socavando entonces un intercambio de complementariedad y que en solidaridad permite echar por tierra hipótesis de conflicto poniendo trabas a un proceso de unidad regional en el marco de paz estable, condición sine qua non para un óptimo intercambio entre las naciones.

De la valiosa oportunidad que nos ofrecen los tiempos en curso, se desprende la necesidad en “institucionalizar los procesos de cambio” -como citara la presidenta Argentina en sus recientes intervenciones públicas-, esto es, incorporando a estos procesos a la sociedad latinoamericana en su conjunto para que conscientes de los avances de los nuevos tiempos, permitan apropiarse para sí la necesidad de defender un modelo político que habilita al bienestar en su calidad de vida, esto a partir de las relaciones cada vez más justas y redistributivas aplicadas por la política de la nueva ola de los gobiernos de corte de izquierda progresista en la región, marcando un fuerte contraste que se hace necesario enfatizar respecto de aquellas otras administraciones encargadas en desarticular la matriz político-céntrica característica de nuestra sociedad Latinoamericana, despojando en consecuencia toda acción política a vastos sectores en la región que hoy en día y paulatinamente vuelven a incorporarse a la lucha en el campo de las ideas, contrario y en paralelo a lo que ocurre  en Europa y los Estados Unidos con el surgimiento de un fuerte movimiento social de escepticismo respecto de la herramienta política como efectivo instrumento para el cambio, reflejado en su fuerte poder de convocatoria en calidad de protestas masivas pero que son débiles en la incidencia por sobre el aparato político en sus respectivos países, y habilitando en definitiva beneficios para determinados actores que ven con buenos ojos para sus intereses los movimientos de "indignación" en la coyuntura política.

Es entonces de carácter primordial que los gobiernos en turno en nuestra región, puedan volcar la integración como una cuestión de interés para nuestras sociedades, transmitiendo a partir de las redes ideológicas y superestructurales de los Estados, principalmente del sistema educativo, la importancia de empezar a observar a América Latina como el gran aliado que en unidad permitirá consolidar los pilares del desarrollo regional: esto es la integración como condición de crecimiento e igualdad, rompiendo entonces con el esquema paradójico de ser la región más rica pero más desigual del mundo.

La crisis Europea nos deja muchas lecciones en su proceso de integración, despeguemos entonces de una vez de estas matrices, consolidando y fortaleciendo nuestro proyecto regional sobre las bases del interés de los pueblos y no del mercado que a esta altura de los sucesos históricos se consolida como una relación excluyente, dotemos institucionalización a nuestro proceso de unidad legitimando desde lo político los avances que los gobiernos regionales en turno han aportado al momento latinoamericano, hagamos desde lo social, lo político, lo económico y cultural el cambio de época para la América Latina.


*El título remite a la declaración hecha por el presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa en una visita que hiciese en el año 2009 a la República de Cuba.