15 de septiembre de 2010

El Salvador, Una revolución con final abierto


Son ya ciento ochenta y nueve años desde aquella simbólica fecha en la cual se enmarca el proceso de emancipación política por parte de las Provincias Centroamericanas, frente al poderío colonial de una Metrópoli Española cada vez más erosionado y víctima de los aires de fraternidad, igualdad y libertad, provenientes de la gran gesta revolucionaria de la Historia Contemporánea.

Desde esa fecha hasta el presente, la República de El Salvador se ha visto envuelta en un proceso continuo en la construcción de lo que constituye su independencia como Estado Soberano frente al mundo, y no me refiero únicamente a una soberanía legal y su respectivo reconocimiento del resto de Estados, sino también y enfáticamente en su soberanía en tanto Estado eficiente en la resolución de sus asuntos y problemáticas internas excluyentes de la intervención de agentes externos, y es en este sentido evidente y en base a otras experiencias en el concierto internacional, que nuestro El Salvador aún posee un importante trecho por recorrer respecto a su constitución como independiente y soberano, cuestión que a su vez es comprensible al constituir un proceso único y en este sentido motivado y condicionado por su respectivo marco contextual tanto en materia política, económica y social, es a partir de estas condiciones presentes y en torno a las cuales debemos pensar y re-pensar el futuro que nos encontramos forjando por nuestro país y quienes formamos parte de Él.
Ciertamente los lamentables hechos que han copado nuestra agenda nacional en los últimos días, no aportan relevante insumo a la construcción de una impecable obra que es nuestra realidad como constituyente de un Estado soberano, por el contrario el flagelo delincuencial (y no solo este, los altos niveles de analfabetismo, de desigualdad social, las precarias condiciones del Sistema de Salud, entre otros) del cual somos potenciales victimas todos a diario, amenaza con socavar la eficiencia en las instituciones del Estado Salvadoreño y que en definitiva constituye lo que Stephen Krasner denominará “Soberanía Westfaliana”. Con lo anterior no quiero decir que la actual administración sea responsable de tal desequilibrio en nuestra sociedad, pensar en esa clave sería erróneo e implicaría ignorar que nuestro presente se encuentra determinado por un pasado complejo. Mucho se hablo en el último proceso electoral de aires de cambio en nuestro El Salvador, y efectivamente ha sido así, no es un dato menor que actualmente nuestro sistema político se encuentre liderado por agentes provenientes de la izquierda nacional, a partir de un proceso institucionalmente competitivo y democrático tras cruentos años de liderazgo de la derecha política.

Es claro que como ciudadanos somos altamente vulnerables ante el resultado de políticas en un corto plazo, pero no debemos obviar que para llegar a ser el Estado que hoy por hoy conformamos, hemos tenido que transitar 189 años de luchas las cuales constituyen en su totalidad nuestra revolución histórica, en este sentido no debemos dejar de lado ese espíritu de cambio que hoy por hoy nos mueve con el fin de construir una mejor, igualitaria e inclusiva nación, es a partir de este carácter mediante el cuál podrán ciertamente ser escuchadas nuestras demandas y en este sentido resueltas por el sistema político Salvadoreño actual, el cual deberá poner en marcha un proceso real y estructural en la focalización de sus políticas y la respectiva resolución de los conflictos que atraviesa nuestra sociedad, con la consciencia de que tales no puede ser resueltos en términos cortoplacistas y por lo tanto merecen un adecuado tratamiento e inversión, será a partir de la efectiva resolución de las mismas demandas y problemáticas en cuanto y en tanto nuestras instituciones irán adquiriendo capital soberano y entonces sí nos encaminaremos a la consolidación de una nación no solo independiente sino también justa.

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